"El Ultimo Cafe"
"El último café: Una decisión de veinte años"
Capítulo 1: La rutina del adiós
Laura mecía su taza de café entre las manos, observando cómo la lluvia dibujaba caminos en el vidrio de la cocina. Eran las 11:30 p.m., y Javier no había llegado. "Reunión de trabajo", decía el mensaje que le envió hace horas. Pero ya no le creía.
Sofía, su hija de 14 años, había cerrado su puerta con un portazo después de discutir por llegar tarde de una fiesta. Diego, de 18, ni siquiera estaba en casa—seguramente en algún bar con amigos. "¿En qué momento dejé de ser importante para todos?", pensó.
El sonido de la llave en la cerradura la sacó de sus pensamientos. Javier entró con paso cansado, el aroma de un perfume barato mezclado con alcohol flotando a su alrededor.
—¿Otra vez? —preguntó Laura, sin levantar la voz.
—No empieces, Laura. Estoy agotado —respondió él, evitando su mirada mientras se quitaba los zapatos.
Ella respiró hondo. Ya no tenía fuerzas para pelear.
Capítulo 2: La amiga que vio lo que ella no quería ver
Al día siguiente, Laura se encontró con Valeria en su café favorito. Su amiga, siempre impecable con sus trajes de diseñador y su actitud desenfadada, la observó con preocupación.
—Dios mío, pareces un fantasma —dijo Valeria, tomando asiento frente a ella—. ¿Otra vez Javier?
Laura asintió, los ojos vidriosos.
—Laurita, esto ya no es vida. ¿Cuántas veces más vas a permitir que te pisoteen?
—No es tan fácil, Vale. Los niños, la casa, la hipoteca…
—Los niños ya casi son adultos. Y tú… ¿Qué hay de ti?
Esa pregunta le quemó el pecho. ¿Qué había de ella? Había dejado la universidad cuando quedó embarazada de Diego. Había abandonado su sueño de abrir una galería de arte para criar a sus hijos y mantener un hogar que ahora sentía vacío.
—No sé quién soy sin ellos —confesó en un susurro.
Valeria le apretó la mano.
—Pues es hora de descubrirlo.
Capítulo 3: La gota que derramó el vaso
Esa noche, Javier llegó tarde otra vez. Pero esta vez, no fue el perfume lo que la hizo estallar. Fue el mensaje que apareció en su teléfono mientras él estaba en la ducha.
"No olvides nuestro viaje este fin de semana, mi amor. Te espero en el aeropuerto. –C"
Laura sintió que el mundo se detenía. No era la primera vez que sospechaba, pero esta vez… tenía la prueba en sus manos.
Cuando Javier salió del baño, envuelto en una nube de vapor, la encontró sentada en la cama, con el teléfono en la mano.
—¿Quién es C? —preguntó, con una calma que la asustó.
Javier palideció.
—Laura, puedo explicarlo…
—No. No esta vez.
Capítulo 4: La decisión
A la mañana siguiente, mientras Javier dormía, Laura hizo las maletas. No se iría para siempre, no aún. Pero necesitaba aire. Necesitaba pensar.
Dejó una nota en la mesa de la cocina:
"Necesito tiempo. Hablaré con los niños. Por favor, no me busques."
Se subió al auto y condujo sin rumbo fijo hasta que las lágrimas nublaron su vista. Finalmente, terminó en el departamento de Valeria.
—¿Qué hago, Vale? —preguntó, derrumbándose en el sofá.
—Lo que tú quieras, por primera vez en veinte años.
Capítulo 5: El renacer
Las semanas siguientes fueron un torbellino. Habló con Sofía y Diego, quienes, para su sorpresa, no se mostraron tan sorprendidos.
—Mamá, ya sabíamos que papá no era un santo —dijo Diego con amargura.
—Solo queremos que seas feliz —agregó Sofía, abrazándola.
Javier intentó disculparse, prometió cambiar, incluso lloró. Pero Laura ya no sentía nada.
Un mes después, firmó los papeles del divorcio.
Epílogo: Un nuevo comienzo
Un año más tarde, Laura estaba sentada en una terraza en París, con un café caliente entre las manos. Había vendido la casa, abierto una pequeña galería de arte y, por primera vez en décadas, se sentía viva.
Valeria, sentada frente a ella, levantó su copa de vino.
—Por ti, Laurita. Por elegirte.
Laura sonrió, mirando el atardecer.
Finalmente, era libre.
"El último café: Renacer entre las ruinas"
Capítulo 6: El miedo de empezar de cero
Laura cerró la puerta del pequeño departamento que alquiló con lo poco que tenía ahorrado. Las paredes estaban desnudas, los muebles eran escasos, y el silencio era ensordecedor. Por primera vez en veinte años, estaba completamente sola.
—¿Y ahora qué hago?— pensó, mirando su cuenta bancaria en el teléfono. El dinero que había logrado esconder de los gastos del hogar apenas le alcanzaría para dos meses. Javier siempre se encargó de todo: las cuentas, los ahorros, incluso su tarjeta de crédito estaba bajo su nombre.
Esa noche, lloró como nunca antes. No solo por la traición, sino por el terror de no saber cómo sobrevivir.
Capítulo 7: La cruel realidad
Al día siguiente, fue al banco para pedir un préstamo.
—Lo siento, señora —le dijo el asesor con cara de pena—. Sin historial crediticio propio o un empleo estable, no podemos aprobarle nada.
Laura sintió que el suelo se abría bajo sus pies. ¿Cómo iba a pagar la escuela de Sofía? ¿O la universidad de Diego?
Cuando regresó a casa, encontró a su hija sentada en el sofá, con los ojos hinchados.
—Mamá, papá me dijo que si quería seguir en mi escuela privada, tenía que irme a vivir con él —confesó Sofía, temblando.
Laura apretó los puños. Javier estaba usando el dinero para manipularlos.
Capítulo 8: La rebelión de los hijos
Diego llegó esa noche furioso.
—Acabo de hablar con papá. No puede hacer esto. ¡Somos tu familia! —gritó, abrazando a su madre.
—No te preocupes, mami —Sofía secó sus lágrimas—. Yo no me voy contigo. Prefiero cambiar de escuela.
Laura los abrazó con fuerza, sintiendo un rayo de esperanza.
Capítulo 9: El salvavidas de Valeria
Valeria apareció al día siguiente con una carpeta bajo el brazo.
—Tienes dos opciones —dijo, sin preámbulos—. Te doy dinero como regalo (que sé que no aceptarás) o trabajas conmigo.
—¿Contigo? —Laura parpadeó, confundida.
—Sí. Mi empresa necesita una coordinadora de eventos. Organizabas fiestas, reuniones y hasta los viajes familiares. Eres más capaz de lo que crees.
Laura dudó. ¿Podría hacerlo?
—¿Cuánto pagan? —preguntó, con voz temblorosa.
Valeria sonrió. —Suficiente para que no tengas que depender de ese imbécil nunca más.
Capítulo 10: Los primeros pasos
El primer mes fue agotador. Laura se sentía fuera de lugar entre mujeres más jóvenes y expertas, pero no se rindió. Aprendió a usar programas de computadora, a negociar con proveedores y, poco a poco, ganó confianza.
Mientras tanto, Diego consiguió un trabajo medio tiempo para ayudar con los gastos, y Sofía cambió a una escuela pública, donde, para sorpresa de todos, hizo amigos rápidamente.
Capítulo 11: La venganza silenciosa
Javier, al ver que su estrategia no funcionó, intentó acercarse.
—Laura, esto es ridículo. Vuelve a casa —rogó una noche, frente a su departamento.
Ella lo miró con una calma que lo sorprendió.
—No gracias. Ya no te necesito.
Y cerró la puerta en su cara.
Capítulo 12: Un año después
La galería de arte estaba llena de gente. Era la noche de inauguración de "Renacer", la primera exposición de Laura como curadora independiente. Valeria, entre la multitud, levantó una copa de champán en su honor.
—¿Quién lo hubiera creído? —susurró Valeria—. La mujer que no sabía cómo pagar la luz ahora es dueña de su destino.
Laura miró a sus hijos, que sonreían orgullosos entre los invitados, y sintió que el pasado ya no le pesaba.
Epílogo: Libre al fin
Esa noche, mientras recogía los últimos detalles de la exposición, recibió un mensaje:
Te felicito. Siempre supiste brillar."
Era de Javier.
Laura sonrió y lo borró.
Por primera vez en mucho tiempo, el futuro era solo suyo.
Fin.
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