jardin prohibido Eddie santiago


“Un minuto de ausencia”

Era una tarde cualquiera, pero para Martín, esa tarde pesaba más que los años. El reloj apenas marcaba las cinco, pero él ya estaba allí, esperando en el mismo café donde solían celebrar aniversarios, discutir sobre la vida, o simplemente compartir el silencio.

Llegó con el alma hecha trizas. Frente a él, Laura, la mujer que había sido su hogar durante más de diez años. Tenía el rostro sereno, pero los ojos le pedían la verdad. Lo sabía. Ella siempre lo supo todo antes de que él abriera la boca.

—Esta tarde vengo triste —dijo, como si eso bastara para empezar.

Y entonces lo dijo. Con la voz quebrada, con la culpa cosida a los labios. Le confesó que había estado con otra mujer. No con cualquiera, con su mejor amiga.

—Sus ojos me llamaban —explicó—, pidiendo mis caricias… su cuerpo me rogaba vida…

No había excusa. Ni pasión, ni deseo, ni olvido. Había sido un impulso, un desliz, un pecado que sabía amargo desde antes de tocar el fruto prohibido. Mientras su cuerpo disfrutaba un minuto de calor ajeno, su mente no dejaba de gritar por el frío que dejaba su ausencia.

—No lo volveré a hacer, Laura… mi alma volaba a tu lado —susurró.

Le confesó que mientras la abrazaba, pensaba en ella. Que mientras otros labios buscaban su nombre, su corazón lo repetía en silencio: Laura, Laura… Que fue débil, humano, y que por eso le dolía tanto. No porque lo hubieran atrapado, sino porque no había forma de no herirla.

Ella no habló. Sus ojos decían todo. Dolor, traición, cansancio… pero también amor. Porque el amor real no desaparece con el primer golpe, aunque tiemble, aunque se rompa.

Martín no pidió perdón como un cobarde, sino como un hombre consciente de que había destruido un mundo entero en un solo minuto. Que su error no podía deshacerse, que no existía un "borrar", pero sí un “construir otra vez”, si ella lo permitía.

—No te lleves de nadie —le dijo con voz temblorosa—, llévate de mi corazón… que yo, si me dejas, te voy a hacer feliz.

La vida es así. No la inventó él. Pero aún quedaba en sus manos decidir qué haría con lo que quedaba.

Y Laura… Laura aún no se había ido. también.

Comí del fruto prohibido 
dejando el vestido colgando 
de nuestra inconsciencia. 
mi cuerpo fué gozo durante 
un minuto, mi mente lloraba 
tu ausencia. 
no lo volveré a hacer más. 
No lo volveré a hacer más. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

En que consiste la Reforma a la corte de Justicia en Mexico

Hacer el amor, extraño, en anime.

Tener más dinero.