jardin prohibido Eddie santiago
“Un minuto de ausencia” Era una tarde cualquiera, pero para Martín, esa tarde pesaba más que los años. El reloj apenas marcaba las cinco, pero él ya estaba allí, esperando en el mismo café donde solían celebrar aniversarios, discutir sobre la vida, o simplemente compartir el silencio. Llegó con el alma hecha trizas. Frente a él, Laura, la mujer que había sido su hogar durante más de diez años. Tenía el rostro sereno, pero los ojos le pedían la verdad. Lo sabía. Ella siempre lo supo todo antes de que él abriera la boca. —Esta tarde vengo triste —dijo, como si eso bastara para empezar. Y entonces lo dijo. Con la voz quebrada, con la culpa cosida a los labios. Le confesó que había estado con otra mujer. No con cualquiera, con su mejor amiga. —Sus ojos me llamaban —explicó—, pidiendo mis caricias… su cuerpo me rogaba vida… No había excusa. Ni pasión, ni deseo, ni olvido. Había sido un impulso, un desliz, un pecado que sabía amargo desde antes de tocar el fruto prohibido. Mientras...